Ante mis ojos, señor.
Allá al calabozo,
allá a la prisión.
Cierto día en Badajoz.
Mire suegro,
nos lo quitan.
Con una sonrisa al menos,
se marchó.
Ni despedirme pude,
hija mía,
recuerda a tu padre,
eso si es un campeón.
Ni un beso, ni un abrazo,
ni tan solo un adiós,
pude darle a aquel hombre,
que por tantos años el corazón
me robó.
Ya se lo llevan, mire suegro,
mirelo,
a aquella plaza de toros,
donde el Señor lo fusiló.
A cualquiera de los cientos de fusilados en la matanza de Badajoz, en concreto a uno,
que sin conocerle de nada, su caso, me llegó al corazón.
4 comentarios:
Un homenaje perpetuo en tus palabras
Un beso
Bonito homenaje... :)
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Espero tu Respuesta a munekitacat@hotmail.com
Un cordial saludo
Catherine Mejia
Curioso, aterciopelado, me gustó pasar por acá, seguro que repetiré.
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